“Cara de Piedra” Aznárez
Como sucede siempre ante la muerte de un ídolo o
líder “popular”, hemos sido tapados por toneladas de baba, excretada por los
alcahuetes del statu quo.
Por razones de salud mental (y estomacal) no es
conveniente exponerse a esa descarga los días siguientes al deceso, sino que es
recomendable esperar y luego destapar esas miasmas una a una —por cierto, no
todas, ¡son innumerables!, sino unas muestras—, con cautela y máscara antigás.
Un sitio cantado para juntar detritos es
“Resumen Latinoamericano”, donde los servilismos y las mixtificaciones son la
especialidad de la casa.
En “RL” leímos dos (no nos pidan más) que no nos
defraudaron: una nota de Aznárez*, y
otra con los comentarios de Bielsa ante la muerte del Diez —comentarios
recogidos también en muchos otros medios—, de la cual nos ocupamos aparte.
Vamos con Aznárez, quien empieza a toda
orquesta:
— «...los
cabecitas negras y los descamisados a los que Evita consagró su vida»: En esto
tiene razón: nuestra Jefa Espiritual dedicó sus mayores esfuerzos a ellos, para
quienes organizó la burocracia sindical y el asistencialismo clientelar, que
son las mordazas de la pinza que ha garantizado la derrota de los proletarios
durante más de 70 años. Digamos que Evita, efectivamente, consagró su vida a
los desposeídos, tal como McCarthy la suya a los comunistas.
—Dice
Aznárez que “la negrada” despidió al Diego «con alegría y con rabia»: con
alegría, al memorar sus diabluras con la de cuero; con rabia, porque «se fue
sin avisar» [¿?]. Considerando la falta de tino que implican las decisiones y
las preferencias de “la negrada” (y los perjuicios longevos que ellas vienen
causándoles a los morochos), que le reprocharan al Diez que «no les avisó» es
una bobada insignificante, indigna de ser mencionada.
—Los
asistentes al velatorio del Diez, según Aznárez, están exentos de todo pecado:
pueden estar «apiñados, cuerpo con cuerpo, olvidados de plandemias, barbijos y “distancias
sociales”», porque, total, el peor virus para los
humildes «fue y sigue siendo el hambre». Sin comentarios.
—La
multitud parecía un río «a punto de desbordar, pero contenido por ese dique que
es la fantástica unidad de clase con que el pobrerío suele sorprender a propios
y extraños». «Unidad de clase», sí, pero alienada: para glorificar a ídolos
desclasados, o para acudir a los llamados de los burgueses, no para actuar
políticamente organizados con el fin de impulsar sus intereses de clase, ¿no, Aznárez?
—En la
Plaza de Mayo, Aznárez, obviamente, se encontró con gente muy piola,
“mayoritariamente peronistas”, como ese que le dijo «yo vine cuando se murió
Néstor y ahora porque el Diego nos convocó a todos nuevamente»: ¡fiera,
en apenas diez años te
movilizaste dos veces, pará, loco, te vas a fundir!
—El
cronista le insinúa a otro asistente que es difícil que llegue a la capilla
ardiente, porque hay una multitud delante y ya es casi la hora. «No se van a
animar, somos el pueblo y el pueblo manda» , responde, con la sabiduría típica
de todos los que están allí. Obsérvese que nuestro escriba no le hace notar al
despistado —ni tampoco lo comenta en su escrito—que, si se posa la mirada en
cualquier aspecto de la realidad, la conclusión inevitable es que si fuera verdad
que el pueblo manda, mandaría para el ojete. ¿Por qué calla?: porque no está
allí, en la Plaza, ni está “RL” en la web para desmontar las falsas conciencias
que nos mantienen subordinados a nuestros chupasangres, sino para remacharlas,
aunque sean absurdas. Porque «una mentira repetida mil veces se convierte en
verdad»
Nota de la Redacción.A continuación-- en esta sección---publicamos la
nota de Aznarez en Resumen Latinoamericano.